jueves, mayo 01, 2008

Ganaras el pan...

La ley primera, tras la del amor y la fidelidad al sentimiento, es la de la del salario, la moneda de cambio a sal contra el sudor salado que bañaba la tierra y que hoy sigue regandola con historias andadas y desandadas caminando en pos de un presente seguro y un futuro venturoso. Desde la obligacion biblica de Adan por pecar contra la Voluntad Divina o los trabajos de Hercules, la historia real o imaginada descubre que el hombre es lo que produce y produce lo que desea ser, condensando la metaforica parabola del barro en las manos del alfarero, que se hace obra en la usanza de su arte desde la amorfa sensacion vacua de significado hasta el resultado final que sobresale por su transformacion en virtud al trabajo.

El trabajo dignifica en cualesquiera de sus formas. Desde el oficio o el empleo, desde el intelecto o el musculo, e incluso en el "rebusque" que, aunque pueda ser honesto, es victima de las circunstancias ajenas al que se rebusca la vida tras su pan, es el medio universalmente demostrado para acercarse a la materialidad de esta tierra mediante la consecucion de los medios perseguidos, y a la Divinidad Celeste mediante el sacrosanto deber de la provision del pan a los amados. No existe, en este contexto, mayor satisfaccion que ver al hijo comer del pan alimento y beber del agua conocimiento que nos ha costado lo que solo sabemos nosotros en nuestro ser mas intimo, de verlo crecer, desarrollarse, y de saber que ello se da porque se hallan integrados en cada una de sus células, los átomos fecundos de nuestro esfuerzo.

El trabajo es la herramienta suprema, el justificativo perfecto de nuestra permanencia en la tierra. Si el amor nos reivindica como seres divinos, el trabajo lo hace en nuestra condicion de seres humanos, ayudandonos a conformar la dualidad de la cual no podemos abdicar sin perder la vision de la realidad. Trabajar es amar porque amor es accion, y solo el que trabaja sabe lo que es el amor, porque se trabaja por amor, se brinda esfuerzo por amor y se suda en cada gota absolutamente por amor.

Cuentan por ahi que en un hermoso establo de la estepas vivían juntos un buey y un burro. Mientras el burro flojeaba casi todo el día y se limitaba a transportar muy de vez en cuando a su amo, el buey vivía jornadas agotadoras de esfuerzo: labraba la tierra, llevaba en su lomo pesadas cargas y hasta tenía que ayudar a sacar el agua de un pozo. Una tarde llegó muy cansado al establo, comió una abundante ración de paja, bebió agua suficiente y empezó a quedarse dormido cuando de repente se sobresaltó.

—¿Qué te pasa? —le preguntó el burro.

—Acabo de recordar que mañana tengo que levantarme muy temprano, pues debo ayudar a labrar el gran terreno que hay pasando la laguna, y ya no aguanto la fatiga —respondió el buey.

—No te preocupes, yo voy a enseñarte cómo puedes quedar libre de ese trabajo — dijo el burro.

—¿Cómo?

—Es muy fácil. Mañana, cuando el patrón venga por ti comienza a caminar sólo sobre tres patas. El amo creerá que tienes lastimada la cuarta y te dejará descansar todo el día —explicó el habilidoso jumento.

Aquella noche el buey no logró conciliar el sueño pensando qué hacer al día siguiente. Así vio ocultarse la luna y salir el sol. Si ya de por sí estaba cansado, ahora tenía todavía menos energías.

El gallo cantó y el patrón de los animales se acercó al establo para despertar al buey. Siguiendo los malos consejos del burro, cuando éste se incorporó hizo como que cojeaba. El dueño del establo lo vio con detenimiento y le dijo:

—Mmm… creo que has estado trabajando de más estas semanas y haré venir al veterinario para que te revise esa pata. Pero el terreno que hay pasando la laguna no puede quedarse sin labrar… ¡Ya tengo la solución! En esta ocasión serás tú quien me ayude —dijo mirando al burro.

Espantado por la perspectiva de trabajar todo un día el burro pegó un rebuzno que se oyó muy lejos y cuando recuperó la compostura se dirigió al amo:

—Patrón, patrón, el buey no está enfermo de la pata, yo le aconsejé que mintiera para no ir a trabajar —le explicó.

—¿De manera que le estuviste dando malos consejos para que sea igual de flojo que tú? —comentó el amo y se quedó pensando un largo rato.

Ambos animales esperaban temerosos la decisión de su dueño hasta que éste finalmente habló.

—Bueno, los dos podrían merecer una buena paliza por mentirme. Pero he tomado otra decisión. Tú, buey, te has esforzado más de lo que puedes y mereces un descanso. Y tú, burro, necesitas hacer algo por cambiar de vida. Así que mientras el buey toma unas vacaciones me ayudarás a labrar la tierra —comentó.

—¿Y cuando terminen las vacaciones? —cuestionaron los animales a coro.

—Entonces todos los días iremos los tres a labrar para conocer juntos la alegría del esfuerzo (y también la del descanso)

El trabajo no conoce de excusas ni de justificativos, porque solo el que trabaja con el corazon sabe la alegria que da el poseer un sitio donde trocar sudor por emolumento. Pero por sobre todo, conoce la Gratitud a Dios porque puede ejercer plenamente su condicion de ser humano.

Feliz dia.


(...perdon si molesto...)