martes, enero 01, 2008

Mision insuperable

31 de Diciembre de 2007
Conocí a Padvel Zcernek en un viejo café junto al Puente de Carlos en aquella malograda primavera en que los tanques arrancaron todas las flores del parque. Me senté a su lado y tomamos un café como si lo que ocurría fuera no fuese más que el rodaje de una película. Tenía la extraña virtud de hacerte sentir cómodo desde el primer momento, incluso antes de mirarte con aquellos ojos grises, hundidos por tantos naufragios ajenos.

Caminamos hacia el Café Nouveau, junto a la Opera. Mientras sonaba el piano, apurando un viejo cognac, me contó a qué se había dedicado toda su vida.

- Soy espía -me susurró- Pero de los corazones. Sólo preciso colocarme al lado de alguien para conocer todos sus sentimientos. No se los robo, sólo los espío y los copio en mi corazón. Luego, con sólo tocar a otra persona, le puedo transmitir el sentimiento que necesite.

Y para demostrármelo, me tocó con su mano en el hombro. Fue como si en apenas unos segundos desfilaran ante mí decenas de personas, desconocidas, con sus frustraciones, sus deseos, sus miedos, sus ambiciones: mujeres desencantadas, madres que rechazaban a su hijo, jóvenes enamorados, viejos cansados, adolescentes incomprendidos...

- Eso que has visto y que llevo en el corazón me pesa como una gran losa. Hasta que no traspaso el sentimiento a otra persona no descanso. Pero, ¿a quién le doy los sentimientos negativos? No puedo, no soy capaz de soltarlos...

Salimos a la calle de nuevo, al amparo de las últimas luces. Caminamos lentamente, como sin rumbo. Llegamos de nuevo al río, pero a la mitad del puente Padvel se detuvo. Entre las esculturas había visto a alguien escondido.

- ¿Qué te ocurre? -preguntó a la chica mientras la cogía del brazo.

- Ya nada. -contestó ella. Y salió corriendo hasta perderse en la cuesta hacia la ciudad alta.

Padvel permaneció callado hasta que, bruscamente se detuvo y me despidió de forma un tanto incómoda. Ni siquiera me dio la mano. No volví a verle. Pero sus ojos inundados de una tristeza infinita no los podré olvidar jamás.

Una semana después lei en el periódico la noticia de que un hombre, un tal P.Z., de 40 años, había aparecido muerto aguas abajo de la ciudad. La policía creía que se habría suicidado tirándose de algún puente.

Los tanques empezaban a retirarse, pero las flores tardarían en volver.

Aquella primavera fue la más corta que se recuerda...

Autor anonimo
A veces me siento como si atrajera sobre mi tantas cosas negativas que el impermeable de risas que coloco para no dañarme del mundo exterior y sus infelicidades realmente queda pequeño, delgado, ultraliviano.

Sin embargo con el correr del tiempo he descubierto que el impermeable no funciona solo de un lado de la vida. Tampoco deja fluir mis cosas negativas hacia el mundo. Si bien es voluntario, es una decision personal en la que me involucro, me decido a no contaminar el entorno con mis penas mas hondas, sin embargo el "Reir Llorando" tiene sus costos en lo personal.

Quizas desee iniciar un nuevo tiempo. Un tiempo en el que las cosas que me rodean compartan conmigo el sabor y el color de sus aspectos mas intimos, por mas agrios y obscuros que estos fuesen. Los grises de la vida propia y ajena, los acidos de mis andares y los del entorno. Probablemente combinados den vivos colores surgidos de una paleta inspirada en la alegria de los tonos suaves y de una coctelera que solo impresione paladares con dulzor y frescura.

Muchas veces la teoria de la esponja es una mision insuperable. No soy invulnerable ni superman. Soy solo un hombre que debe reconocer que alguna vez ha llorado, ha reido, ha amado, se ha ilusionado, se ha defraudado, ha rumiado su tristeza y su soledad. Que lo sigue haciendo. Y que lo hara, pero de ahora en mas, junto al mundo y en su compañia.

Es una buena consigna para el nuevo tiempo que nos llega en una horas...

(...perdon si molesto...)
Posteado por DrBlues
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