domingo, enero 20, 2008

"Los viejos son manada en retirada del espejo y del reloj..."

En esta casa no hay calendarios y en mi memoria los hechos están hechos una maraña. Me acuerdo de aquellos calendarios grandes, unos primores ilustrados con las imágenes de los santos que colgábamos al lado del tocador, ya no hay nada de eso, todas las cosas han ido desapareciendo, y yo también me fui borrando sin que nadie se diera cuenta.

Primero me cambiaron de habitacion, pues la familia creció, después me pasaron a otra más pequeña aún, acompañada de una de mis bisnietas. Ahora ocupo el cuarto de los trastos viejos, el que está en el patio de atrás.

Prometieron cambiarle el vidrio roto de la ventana, pero se les olvidó, y todas las noches por allí se cuela un airecito helado que aumenta mis dolores reumáticos.

Desde hace mucho tiempo tenía intenciones de escribir, pero me he pasado semanas buscando un lápiz, y cuando al fin lo encontraba, se me olvidaba dónde lo había puesto. A mis años las cosas se pierden fácilmente.

La otra tarde me di cuenta que mi voz también había desaparecido, porque cuando le hablo a mis nietos o a mis hijos no me contestan, todos hablan sin mirarme, como si yo no estuviera con ellos escuchando atenta lo que dicen. A veces he intervenido en la conversación, seguro de que lo que voy a decirles no se le ha ocurrido a ninguno y les van a servir de mucho mis consejos.

Pero no me oyen, ni me miran, y tampoco me responden; entonces llena de tristeza, me retiro a mi cuarto antes de terminar de tomar la taza de café... que me quitan antes de comenzar a tomarla porque dicen que me hace mal... ahi si existo... despues ya no... Pero me retiro igual... lo hago así para que comprendan que estoy enojado, para que se den cuenta que me han ofendido, y vengan a buscarme y me pidan perdón, pero nadie viene a verme.

El otro día les dije que cuando me muriera entonces sí me iban a extrañar, y el nieto más pequeño me dijo: ¿Abuelo es que estás vivo? Les causó tanta gracia que no paraban de reír. Estuve tres días llorando en mi habitacion, hasta que una mañana entró uno de los muchachos a sacar unas llantas viejas y ni los buenos días me dio.

Fue entonces cuando me convencí que soy una persona invisible: me paro en medio de la sala para ver si aunque sea estorbo, pero mi hija me mira y sigue barriendo sin tocarme, y los nietos pasan corriendo de un lado a otro sin tropezar conmigo.

Cuando mi yerno se enfermó, tuve la oportunidad de serle útil; le llevé un té especial que yo mismo preparé; se lo puse en la mesita y me senté a esperar que se lo tomara, sólo que estaba viendo televisión y ni un parpadeo me indicó que se daba cuenta de mi presencia; el té se fue enfriando poco a poco, mi corazón también.

Un viernes se alborotaron los niños y me vinieron a decir que al día siguiente nos iríamos todos de día de campo, me puse muy contento, ¡hacía tanto tiempo que no salía, y menos al campo! El sábado fui el primero en levantarme, quise arreglar las cosas con calma, los viejos nos tardamos mucho en hacer cualquier cosa, así que me tomé mi tiempo para no retrasarlos. Al rato entraban y salían de la casa corriendo y echaban bolsas y juguetes al auto.

Yo ya estaba listo y muy alegre me paré en la entrada a esperarlos. Cuando arrancaron y el auto desapareció envuelto en el bullicio, comprendí que yo no estaba invitado; tal vez porque no cabía en el auto o porque mis pasos tan lentos impedirían que todos los demás corretearan a su gusto por el bosque.

Sentí cómo mi corazón se encogió, la barbilla me temblaba como cuando uno ya no aguanta las ganas de llorar. Vivo con mi familia y cada día me hago más viejo, pero cosa curiosa, ya no cumplo años, nadie me lo recuerda, todos están tan ocupados... yo los entiendo, ellos si hacen cosas importantes: ríen, gritan, sueñan, lloran, se abrazan, y se besan.

Yo ya no sé a qué saben los besos. Antes besuqueaba a los chiquitos, era un gusto enorme el que me daba tenerlos entre mis brazos como si fueran míos, sentía su piel tiernita y su respiración dulzona muy cerca de mí, la vida nueva se me metía como un soplo y hasta me daba por cantar canciones de cuna que nunca creí recordar; pero un día mi nieta Laura que acababa de tener un bebé, me dijo que no era bueno que los ancianos besaran a los niños por cuestión de salud; entonces ya no me les acerqué más, por temor a que les pasara algo a causa de mis imprudencias. ¡Ahora siento mucho miedo de contagiarlos!

Sin embargo, aunque los quiero mucho, voy a causarles un último contratiempo; mañana que es domingo, y no están tan atareados, se encontrarán con una sorpresa: ya tengo en mis manos el frasco de pastillas que me voy a tomar y no lo voy a soltar, con eso de que todo se me pierde, lo haré en la sala para que me encuentren pronto.

¡Dios Mío... que tengan dinero para mi ataúd y que no me guarden un mal recuerdo! Yo los bendigo a todos y los perdono, porque ¿qué culpa tienen los pobres de que yo me haya vuelto invisible?

Les dejaré éste papel para que tomen sus precauciones. Con tantas cosas que se inventan hoy, estoy segura que habrá algo que puedan comprar para que siempre sean vistos y escuchados; para que el día de mañana no tengan que morirse estando muertos desde antes... como yo.

Anonimo

Impresionante. Me sobrecogio este cuento cuando lo lei y relei... le cambie el genero, debo confesarlo... pero me saco de mis casillas... tome el telefono, llame 400 km a mi abuela y simplemente me limite a oir su dulce voz con acento español decirme como estaba...

Yo quiero llegar a viejo para ver como el mundo crece, como la ciencia evoluciona y como la Medicina cambia. Sobre todo como mi hijo aprende, se desarrolla, me hace abuelo o me hace feliz, pero me da lo pleno que me da todos los dias en (espero) interminable curva ascendente hacia el infinito pleno del orgullo y la alegria que me da el contar con su amor.

Pero no le temo a los achaques ni al dolor fisico sino al moral, al espiritual, al desamor y la desazon que da la soledad no buscada, la reclusion no pedida y el abandono no voluntario por mi propia decision. Temo ser un objeto que estorba y ser, aun vivo, un recuerdo, hermoso o no, pero un recuerdo, aun cuando puedan tenerme tangible en presencia, pero recuerden con añoranza lo que fui sin valorar lo que sere en ese momento...

Y ahora, si me perdonan, y a riesgo de parecer loco... les dejo... voy a volver a llamar a mi abuela a Asuncion...

(...perdon si molesto...)

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